Fotografía 2: pintado verde
Fotografía 2: pintado verde
Entre el ser y el no ser no hay término medio
Aristóteles (384-322 a. C.)
2. VALORACIONES AMBIENTALES
Nos adentraremos ahora en otro terreno donde recurrir a la intuición, o a las evidencias inmediatas, puede llevar a cometer errores, incluso a aceptar como buenas prácticas el pintado o lavado verde, es decir, las estrategias comerciales engañosas basadas en mejoras ambientales solo aparentes.
Los riesgos asumidos al basarnos en un supuesto conocimiento intuitivo no sólo guardan relación con dificultades técnicas, como sucede con el dimensionamiento de firmes, porque aquí nos encontramos, además, con problemas conceptuales. Transcurridos más de treinta y cinco años desde la acuñación del término Desarrollo Sostenible en el informe Brutland, casi puede certificarse el fracaso de todas las tentativas realizadas hasta ahora para establecer con algún rigor las bases, los compromisos y las exigencias de la sostenibilidad o de las tecnologías sostenibles. Dicho de otro modo, los esfuerzos desarrollados desde los primeros años 90 por científicos como Robèrt (1991), Roberts (1994), Daily (1996), Vanegas et al. (1996), Mebratu (1998) o tantos otros, han sido vanos. Hoy todos aceptamos, sin apenas necesidad de análisis, que basta introducir una pequeña proporción de algún residuo, o un aditivo de origen vegetal, o con reducir en cualquier medida la demanda energética de algún subproceso productivo, para justificar la sostenibilidad de un material o de una tecnología. Así obtenemos, sin apenas dificultad, un amplio abanico de materiales sostenibles, y construimos firmes sostenibles, más sostenibles y hasta muy sostenibles (claramente, hace tiempo que dejó de estudiarse el principio del tercio excluso en bachillerato) y nos hemos convencido de hallarnos en condiciones de satisfacer los objetivos del desarrollo sostenible (ODS).
Por si no bastara con haber vaciado de contenido conceptos tan cruciales como desarrollo sostenible o sostenibilidad, parece ser que ahora nos dirigimos a hacer lo mismo con el de economía circular, un nuevo mantra que apenas es útil para renovar nuestro vocabulario porque es obvio que un sistema productivo lineal (figura 3) no puede prolongarse indefinidamente; las tecnologías sostenibles han de basarse, necesariamente, en sistemas cíclicos que permitan superar gradualmente los problemas de insostenibilidad (figura 4). De hecho, el sistema natural y sus lentísimas tasas de cambio, ha constituido el paradigma tradicional de las tecnologías sostenibles desde hace más de treinta años (Robèrt, 1991; Roberts, 1994). Según parece, desarrollamos nuestras intuiciones ambientales sobre un poso íntimo más bien escaso.
Figura 3: desarrollo lineal insostenible (adaptada de Roberts, 1994)
Figura 4: proceso cíclico del desarrollo sostenible (adaptado de Roberts,1994)
Las valoraciones ambientales intuitivas también presentan dificultades prácticas porque muchos impactos ambientales se miden en unidades a las que estamos poco habituados, y que exigen un cuidadoso uso de la notación científica, con expresiones que abarcan un amplio rango de exponentes positivos y negativos. Los análisis simplificados habituales son también de poca ayuda si se prescinde de contabilizar impactos ambientales indirectos relevantes y cuando su alcance se limita arbitrariamente, pues así pueden justificarse como mejoras ambientales meros traslados geográficos o temporales de impactos ambientales directos. En otras ocasiones, las valoraciones se refieren a unidades funcionales inadecuadas: de masa cuando corresponde medir por unidad de volumen o de superficie, o prescindiendo de analizar la equivalencia estructural de las capas construidas con materiales alternativos.
En general, las intuiciones ambientales suelen apoyarse en la siguiente heurística: es más sostenible reciclar in situ que hacerlo en central (1); son más sostenibles las capas que incorporan altas tasas de reciclado que las que contienen proporciones más moderadas (2); la sostenibilidad de una mezcla bituminosa es mayor cuanto menor sea la temperatura de fabricación (3); y son muy sostenibles los materiales que contienen residuos de terceras industrias (4). A veces, se asume que la sostenibilidad es aditiva pues sumando varias de las actuaciones citadas pueden obtenerse firmes doble, triple o hasta cuádruplemente sostenibles (5).
Sin embargo, ninguna de las cuatro primeras reglas generales es necesariamente cierta, al menos, no es cierta en todos los casos (por supuesto, la quinta, nunca lo es) porque reciclando en central los materiales se hallan más controlados y pueden obtenerse firmes más duraderos que haciéndolo in situ; además, es más eficiente reciclar en bajas tasas que hacerlo en tasas elevadas y, por tanto, la tasa de reciclado idónea no es la más elevada sino la más baja compatible con la reutilización de todo el material disponible. También, porque a temperaturas elevadas el betún envejecido de los materiales bituminosos reutilizados se activa en mayor medida que a temperaturas más bajas. Finalmente, porque la prevención (que solo puede ejercerse en relación con las actividades propias) es el primer objetivo de una correcta gestión de residuos: tal vez, antes de usar los firmes de carreteras como vertederos de los residuos generados por terceras empresas deberían adoptarse medidas para prevenir la sustitución de polvo mineral de los áridos por polvo mineral de aportación, y reducir la generación de este y otros residuos de la producción de mezclas bituminosas.
Fotografía 3: puesta en obra de una mezcla bituminosa reciclada en frio en central, producida con un 100% de RAP
Así, por ejemplo, una mezcla tipo SMA puede tener un mejor perfil ambiental que una mezcla tipo AC, aun conteniendo más betún, porque la durabilidad de aquella suele superar ampliamente la de esta (EAPA, 2007); una mayor durabilidad también puede llevar a que los impactos ambientales de reciclar en frio en central sean menores que los de reciclar in situ (Ortiz, 2022); también, incluso sin considerar eventuales diferencias de durabilidad, reducir la temperatura de fabricación puede no mejorar el perfil ambiental de una mezcla bituminosa cuando afecta a la capacidad estructural de la capa construida.
En definitiva, como en el dimensionamiento de secciones de firmes o para elegir los mejores procedimientos constructivos, parece poco probable que la selección de las opciones ambientalmente más correctas pueda basarse en intuiciones, tal vez ni siquiera en intuiciones bien fundamentadas y, mucho menos, en reglas generales tan simples como las cinco expuestas más arriba.
Sigue aquí con la tercera parte, conclusiones y referencias: INTUICIONES, DIGITALIZACIÓN, BIG DATA E INDUSTRIA 4.0