PRÓLOGO
“Números, no adjetivos”
(David JC MacKay)
Desde la crisis de 2008, o incluso antes, viene hablándose de la destecnificación o pérdida de oficio que padece el sector de la carretera como consecuencia de la salida de profesionales experimentados que no son oportunamente sustituidos y dejan sus puestos vacantes o en manos de personal menos cualificado.
Aún en el caso de que sea esto así, opino que también debe preocuparnos otro tipo de destecnificación que ignoro si guarda relación con la anterior (en su caso). Me refiero a la que tiene que ver con el reproche utilizado por MacKay para titular la primera parte de su obra Energía sostenible, sin aire caliente. Es decir, con la cita que he recogido para abrir este prólogo. Más concretamente, se trata de la progresiva sustitución del lenguaje técnico convencional por una especie de neo-lengua técnica que, en realidad, es casi puramente comercial: redundante en el mejor de los casos, en otros ambigua o insustancial y, a veces, errónea o incluso engañosa. Es una evolución preocupante porque me parece que acostumbrarnos a dejar de llamar a las cosas por su nombre, como obviar cálculos imprescindibles para efectuar una correcta selección de alternativas, supone admitir una pérdida de rigor que puede traer graves consecuencias.
Por eso he pensado que puede ser buena idea escribir un diccionario que sirva para traducir las expresiones de esta neo-lengua al lenguaje técnico convencional. Así podríamos contribuir a conservar el idioma que aprendimos para hablar con rigor, precisión y hasta más concisamente. O sea, el lenguaje que hemos usado los ingenieros desde siempre y en todas partes; sin duda, el más adecuado para hablar de firmes bituminosos o de cualquier otra materia técnica. A continuación, trataré de ilustrar mejor la razón de ser y el objetivo perseguido con este diccionario mediante un ejemplo y con un caso práctico.
Para empezar, fijémonos en la palabra resiliencia, hoy a la moda en tantos ámbitos, incluidos los técnicos. Según he leído, y también oído de boca de ingenieros, debemos ahora construir infraestructuras, carreteras y firmes resilientes. Me parece una novedad llamativa porque el comportamiento resiliente de un firme o el módulo resiliente de una mezcla bituminosa, por ejemplo, son conceptos que tienen un significado muy preciso, han sido profusamente utilizados y siguen vigentes en el lenguaje técnico desde hace más de setenta años (cuando fueron introducidos por el ilustre Francis Hveem). Aunque sé que está de más, permítaseme recordar que el módulo resiliente de un material suele definirse como la magnitud del esfuerzo desviador repetido en compresión triaxial dividido entre la deformación axial recuperable. De modo que, hasta hace poco, todos hemos tenido siempre muy claro a qué nos referíamos cuando hablábamos de firmes y de resiliencia. Hoy, sin embargo, parece que quienes más usan ese término tratan de algo así como la capacidad de respuesta frente a las situaciones de riesgo que puedan presentarse durante la vida en servicio de una infraestructura o de parte de ella.
El problema no tiene que ver solo con esta inoportuna polisemia. Sucede, además, que la neo-lengua técnica, al contrario que la imaginada por Orwell, es mucho más compleja que la "vieja"-lengua. No basta con que los nuevos firmes sean resilientes; también han de ser eficientes, sostenibles, verdes, ecológicos, biológicos, digitales y hasta inteligentes. Varios de estos y otros adjetivos de similar guisa suelen reunirse, incluso combinarse (p. e. bio-sostenible, eco-sostenible, eco-eficiente) en descripciones cada vez más exuberantes. Es como si cada adjetivo diera puntos, o fuera obligatorio seguir el presunto lema germánico, ¿para qué hacerlo sencillo si podemos hacerlo bien complicado?.
El diccionario tiene el propósito de ayudar a recorrer el camino contrario. Coincido de nuevo con Mackay cuando defiende que los técnicos tenemos la obligación de usar el lenguaje y los números para informar, no para impresionar.
Y ahora el caso práctico (inspirado en situaciones reales): pongamos que nos encontramos con alguien que, mientras pretende vendernos cierto aditivo para reducir la temperatura de fabricación de las mezclas bituminosas, nos propina una frase como la siguiente:
Nuestro producto representa la solución más ecológica, ambientalmente amigable, bío-eficiente y verde. Por tanto, es altamente sostenible y contribuye a implementar proactivamente la economía circular, ya que hemos puesto el foco en la resiliencia del pavimento bituminoso desde una perspectiva holística y de ciclo de vida del mismo.
Es probable que te quedes sin palabras porque prefieras no reconocer que, a pesar de la experiencia que acumulas en la construcción y conservación de carreteras, casi no has entendido nada (ni siquiera después del eliminar mentalmente el innecesario y horrendo anafórico final).
Pues es el momento idóneo para consultar el diccionario secreto que, en las versiones posteriores, en formato electrónico, podrá usarse aún más fácilmente que en el soporte actual. Bastará con introducir una frase tan apabullante como la anterior en el campo “entrada para su traducción directa” (o grabarla cuando esté a punto la función de reconocimiento de voz), para obtener la respuesta en cuestión de milisegundos:
Consideramos que nuestro producto permite obtener soluciones más respetuosas con el medioambiente.
Solo doce palabras, en lugar de cuarenta y ocho, que dicen lo mismo, más precisamente. Interesante, ¿verdad? El diccionario economizará recursos y ofrecerá descripciones técnicamente rigurosas a la vez que más comprensibles. Y, no menos importante, también ayudará a que dejemos de involucrarnos en vaciar de contenido conceptos tan cruciales como sostenibilidad o economía circular, ente otros.
La tarea no es fácil y por eso me te gustaría contar con tu ayuda. Sería estupendo que colaborases aportando tus propias experiencias con hablantes de la neo-lengua y sugiriendo nuevas traducciones. De momento tengo apenas una treintena de entradas, pero estoy seguro de que pueden encontrarse muchas más. Tampoco dudo que alguna de mis traducciones ha de resultar francamente mejorable o incluso discutible y hasta polémica, pero debe tenerse en cuenta que este es solo un borrador de la primera edición. Sería ideal alcanzar un amplio consenso técnico (no un consenso comercial) así que recibiré encantado cualquier sugerencia.
En cualquier caso, si no tuviéramos éxito y resultara irremediable convivir con la neo-lengua técnica, he previsto un plan B, o la estrategia de “…únete a él”. Ojalá no sea necesario, pero si la primera opción no funciona, propondría que explotásemos, también nosotros, todas las posibilidades brindadas por este nuevo lenguaje (aunque, eso sí, tratando de adoptar la postura del científico escéptico). Cuando nos hablen de firmes resilientes, por ejemplo, estaría bien pedir aclaraciones acerca de las nuevas acciones de cálculo y modelos de respuesta que han de considerarse para diseñarlos y caracterizarlos adecuadamente, porque estos son aspectos que nadie suele detenerse a explicar. Y cuando nos topemos con un héroe verde, es decir, con alguien que presuma, injustificadamente, de su amistad con el medioambiente y de la máxima sostenibilidad de sus productos, convendría preguntarle cómo puede hacer para asegurarnos que no somos objeto de marketing verde, ni está practicando con nosotros pintado verde, lavado verde, eco-lavado o eco-blanqueo.